Todos, hombres y mujeres, tenemos hambre y sed de "algo". Muy pocos son los que descubren que sólo Dios puede saciar esa necesidad pero, lamentablemente la gran mayoría no lo sabe; el enemigo del Reino, sí, y por eso busca incesantemente alejarnos de Dios, ofreciéndonos eso que creemos necesitar.