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3. Un espíritu abierto al silencio

Cuando Jesús no está presente, experimentamos dolor y anhelamos recibir la Eucaristía. Abandonemos el pecado que nos separa de la gracia y depositemos nuestra esperanza en Dios, quien permanece siempre fiel. Que hoy el silencio solo se rompa para decir: ¡Resucitó!

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